Josefa Rojas es especialista social con amplia experiencia en cambio climático, gestión de recursos naturales y género. En su larga trayectoria ha liderado iniciativas agrarias y ambientales en varios países de Latinoamérica, articulando políticas nacionales con estrategias locales para una mayor colaboración multisectorial y multinivel frente al cambio climático. Además, ha participado en la elaboración de la Estrategia Nacional de Cambio Climático y en el proceso de organización de la COP20 en Perú.

Desde hace 10 años es miembro activo del Comité Directivo Nacional (CDN) del Programa de Pequeñas Donaciones del GEF (PPD), desde donde orienta de manera estratégica el componente social. Conozcamos un poco más de ella y sus impresiones sobre el PPD en Perú.

¿Cómo llegó a ser parte del Comité Directivo del PPD?

Llegué por invitación de Antonio Brack, entonces ministro del Ambiente, para orientar al Programa de Pequeñas Donaciones del GEF sobre los temas sociales y de género. Además de mi experiencia previa en estos temas, venía de realizar estudios de postgrado en Inglaterra sobre género y medio ambiente. Desde entonces me quedé en el PPD y empezamos a poner criterios para que los proyectos tomen en consideración y visibilicen el rol de las mujeres.

Han pasado cerca de 10 años desde ese momento. ¿Qué es lo que más ha aportado el PPD y su diversidad de proyectos al país?

Los proyectos del PPD reflejan todo lo que quisiéramos ver como implementación de las políticas públicas. Son proyectos en donde la misma población administra un recurso porque logra comprender que aquello que está haciendo tiene un gran valor. Estos proyectos además se desarrollan en comunidades vulnerables, con altos índices de pobreza, donde es difícil que la política y el Estado lleguen si es no hay un esfuerzo explícito.

El PPD ha subvencionado proyectos comunitarios en las zonas más vulnerables de casi todo el país. ¿Por qué apostar por iniciativas comunitarias?

En los inicios del PPD intervenimos en distintas regiones, llegando a subvencionar proyectos en 23 de 24 regiones del país. En esta última etapa, la sexta fase, priorizamos lugares y empezamos a trabajar con un enfoque de paisajes que incluyen cuatro regiones del sur del Perú. Esperamos que esto nos permita tener más resultados y también mucho más aprendizaje sobre el impacto que el Programa tiene en la vida de las personas. Todos estos proyectos han tenido y tienen un gran valor para las políticas públicas ambientales, de biodiversidad y cambio climático; que requieren analizarse a lo largo del tiempo para comprender los cambios positivos en la vida de la gente y en el medio ambiente.

Una de las principales funciones como miembro del CDN es seleccionar los proyectos que se van subvencionar. ¿Cuáles son los criterios que se utilizan para seleccionarlos?

Tenemos varios criterios para seleccionar a los proyectos. Algunos de los más valiosos son: 1) que sea realmente un proyecto comunitario, con una base social de respaldo. 2) que tenga un enfoque que promueva la participación de las mujeres, que se visibilice cómo se integrarán al proyecto, cómo van a participar de la toma de decisiones y cómo se van a beneficiar. 3) que tengan un aporte local, tanto de las comunidades como de los gobiernos locales. Nos interesa que los gobiernos locales puedan seguir apoyando estas iniciativas para que sean sostenibles.

¿También se busca fortalecer la relación con los gobiernos locales?

Así es. En nuestro país, de acuerdo con la política de descentralización, el primer nivel de respuesta le corresponde a los gobiernos locales. El gobierno central tiene un rol más político, pero la implementación y la respuesta a las necesidades de las personas debe venir de los gobiernos locales. Eso es también lo que promovemos. Hemos introducido poco a poco este elemento para que haya participación con legitimidad y apoyo de los gobiernos locales y se fortalezcan estas relaciones a nivel local.

Las mesas de paisajes también están apoyando este proceso…

El PPD cuenta con las “mesas de paisajes”, un espacio muy interesante que congrega a diferentes actores de la sociedad civil y los liga con las comunidades. Este grupo acompaña a las comunidades en la gestión de sus proyectos y también fortalece las capacidades de la región. 

Comunidad de Chillihuani. Quispicanchi – Cusco. 

 
¿Cómo se articulan los proyectos comunitarios del PPD con la política nacional y la agenda global ambiental?

Muy claramente los proyectos del PPD se articulan con la agenda global de uso sostenible de la biodiversidad. El Perú es parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), también formamos parte del grupo de países que ha firmado el Acuerdo de París, en el que nos comprometemos a adaptarnos y mitigar el cambio climático. Tenemos mandatos que salen de los acuerdos internacionales, pero también de nuestra política nacional. El Perú es un país megadiverso y el Ministerio del Ambiente promueve el uso sostenible de la biodiversidad, sobre todo porque eso ya existe: las comunidades están usando sus recursos naturales y se sostienen en base a ellos.

También hay una relación directa con la Ley Marco de Cambio Climático, de reciente creación, pues ahí se indica que todos los sectores, de todos los niveles, tenemos que adaptarnos al cambio climático. El PPD, al conservar el conocimiento tradicional de las poblaciones, está contribuyendo a aumentar su resiliencia y a enfrentar con éxito el cambio climático. Entonces, hay una relación que llega desde el nivel global hasta el nivel comunitario.

Durante los últimos años ¿cómo ha evolucionado el PPD y qué retos enfrenta de cara al futuro?

El principal cambio que hemos tenido es el de la focalización: ahora nos concentramos en los paisajes del sur de Perú. Este cambio significó que dejemos el apoyo que teníamos al algodón nativo y al algarrobo en el norte del país, al sacha inchi en la selva de San Martin, entre otros valiosos proyectos; pero estoy segura de que el cambio traerá resultados positivos en las comunidades. El reto que tenemos ahora es lograr articular más con los gobiernos regionales y locales, estamos empezando a hacer incidencia para que las actuales y nuevas autoridades puedan acoger al PPD y sigan apoyando las iniciativas. 

Recientemente estuvo en Cusco visitando un proyecto en el que participan mujeres de una comunidad campesina ¿Qué impresión se lleva de esta iniciativa?

Estuvimos en la comunidad de Chillihuani, en el distrito de Cusipata, en Quispicanchi. Visitar esta comunidad ha sido una experiencia que ratifica que el PPD trabaja en las comunidades que realmente lo necesitan. Me sorprende y me sigue sorprendiendo cómo las mujeres participan en las iniciativas. Ha sido muy grato ver también que las mujeres jóvenes se han quedado en la comunidad, que hablan quechua y español y están ayudando a las mujeres mayores. Eso me parece muy promisorio, tiene mucho futuro porque así es como se dinamizan los procesos participativos, de transmisión de conocimientos y de fortalecimiento de capacidades. Tenemos que seguir empoderándolas para que lideren su propio desarrollo.

¿Qué significa ser parte del PPD?

El PPD está en mi corazón. Ser miembro del Comité Directivo Nacional no es un trabajo remunerado, es una labor que asumimos con mucho compromiso. El PPD es un lugar donde podemos aportar todo lo que sabemos y felizmente es tomado en cuenta. Además de ser un grupo técnico, hemos desarrollado una bonita amistad alrededor de este espacio que nos permite conversar sobre lo que queremos ver en el país. Uno de nuestros retos más grandes es ver que estas experiencias realmente iluminen la política pública y que se puedan replicar.

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